............Hace apenas un día y medio que llegaste. Desde entonces he conseguido que nos perdamos dos veces en el trayecto Alicante-Elche, que tiene leches. Las dos veces bastante entrada la noche; una de ellas, además, durante una tormenta, con los cristales tan empañados que era imposible ver algo. Y sin gasolina en el coche. Conseguí incluso que nos perdiéramos en el trayecto Afueras de Elche-Elche. ¡Nos perdí en mi propio pueblo, recojón! Y lo peor de todo es que soy consciente de que, si no hubieras estado conmigo, habría acabado muriendo en ese barrio; después de muerta, mi fantasma habría seguido vagando eternamente alrededor de la misma rotonda para averiguar por dónde se va a mi casa. Sin éxito.
............Lo has aguantado todo sin impacientarte ni, incomprensiblemente, cagarte de miedo, conocedor de primera mano como eres de mi habilidad al volante. O de mi habilidad en general. Ni siquiera te inmutaste cuando te dije: "Si no te mueres hoy, puedes estar seguro de que en un accidente de tráfico no vas a morir... ¡jamás!". Y me reí, "Mwa-ha-ha-ha-ha". Y tú seguiste contándome anécdotas familiares. Tan tranquilo.
............Tampoco me gritaste, ni siquiera te pusiste nervioso, cuando ayer se me ocurrió salir del aparcamiento por la entrada y monté aquel pifostio descomunal. Es más, ¡me diste la razón, por los clavos del Santo Cristo! ¡Me diste la razón al intentar salir de un aparcamiento PÚBLICO por la ENTRADA! Y no sólo eso, me diste la razón todas las veces que casi me empotro contra algún otro coche al invadir su carril sin fijarme bien. Estoy segura de que el día que me choque contra un muro le echarás la culpa a los ladrillos por no dejarme pasar, no llevar las luces puestas o un chaleco reflectante.
............Y no es sólo eso: no me has reñido cuando me he puesto a hacer el ridículo bailando Abba parada en un semáforo. Te ha hecho gracia que me diera una vuelta por el aparcamiento de un centro comercial cuando no tenía que haber pasado de la entrada. No me has mandado a la mierda después de media hora de viaje parloteando sin parar, haciendo gracietas de las que sólo yo me río, metiéndome contigo y metiéndote mano al mismo tiempo. Ya en casa, no me has dicho absolutamente nada cuando he hecho lo-que-tú-y-yo-sabemos-que-he-hecho, que ha sido bastante tremendo. No me has apartado de malos modos cuando me he colocado casi encima de ti y te he vuelto a meter mano mientras manipulabas productos químicos irritantes. Te has reído cuando te he roto el instrumental.
............Todo esto en sólo un día y medio.
............Hace un rato, estabas sentado en mi sillón, te has girado y me has preguntado: "¿Me cortas el pelo?". Me has dado tu maquinilla eléctrica y te has sentado, dejándome a mí con ella y a tu pobre cabeza, indefensa, conmigo, a merced de mi mongolismo. Media lagrimilla me ha caído de la emoción al pensar que, después de que en sólo un día y medio haya puesto tantas veces en peligro tu vida, haya manchado, roto y fastidiado tantas cosas, te haya regalado un pijama que te viene grande y de que, en definitiva, te haya hecho envejecer veinte años de golpe, que sigas confiando tanto en mí como para que te corte el pelo sólo puede querer decir una cosa: eres igual de mongolo que yo.
............En fin, espero que sigas vivo para fin de año. Yo, por mi parte, intentaré salvarte la vida cada vez que yo misma te la ponga en peligro. Y ahora te dejo, que veo que estás concentrado haciendo algo peligroso; perfecto momento para las cosquillas.
1 comentario:
Este amor no es ciego, ¡sino de lo más insensato! Es lo que pensaba mientras leía esta entrada, y la conclusión a la que has llegado, Rosawn, es de lo más satisfactoria para todos nosotros.
César
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