lunes, 11 de enero de 2010

Los Gafapásticos

............La noche del sábado quedé con una amiga para cenar. Unas cañitas y unas tapas en un sitio muy agradable y pagable y la perspectiva de ver un conciertillo en un 'pub' igualmente agradable, pero menos pagable. Ya había estado otras veces, en otros conciertos, y me gusta descubrir que existe una serie de clientes habituales. Se ve que tengo la necesidad de encontrar puntos de referencia en este fluir continuo que es el devenir.

............Junto a la barra, acodados con la expresión entumecida de un esquiador de fondo*, estaban los gemelos bufanderos. Los dos canosos, brumosos por el humo del local, con un cubata en la misma mano y una chaqueta que los diferencia; uno, roja, otro, negra. Y quizás se la cambien si ligan, para pillar los dos. Cosas de la solidaridad.

............Una vez vistos los gemelos y habiéndolos asimilado como baliza en el continuo espacio tiempo, nos sentamos, pedimos dos 'gin-tonic' y esperamos a que el concierto empezara. Se me ocurre que el conjunto bien podría llamarse Los Gafapásticos, pero con ciertas peculiaridades. Me asombró descubrir que los tres integrantes llevaban bufanda y empecé a idear terribles complots de los pseudointelectuales para dominar el mundo. Podía ver como colonizaban Marte y clavaban una bufanda sobre la superficie, que ondeba majestuosa sobre el rojo horizonte.

............Pero cuando empezó el concierto, la cosa fue a peor. Parece que el cantante tenía hambre o una extraña fascinación fálica por los micrófonos. Mientras cantaba, se produjo un fenómeno que denominaremos fonofelación y que dificultaba por completo la dicción y, en consecuencia, la posibilidad de entender algo de lo que cantaba.

............Mi amiga y yo nos miramos. Y sabíamos que íbamos a decir lo mismo: el batería parece una señora mayor. Es cierto. Eso es que debe ser buen músico, porque ha contraído el Síndrome de Paul McCartney, al que un día veremos con rulos y bata. Entonces, sin remedio ni duda posible, advertimos que el cantante se parece a Raphael y el guitarrista, a Eugenio. Todo cambió.

............Sí, en efecto, somos malos. Pero, gracias a la maldad, conseguimos disfrutar del concierto. Es una oportunidad irrepetible ver a la señora McCartney tocar la batería, a Raphael dar placer a un micrófono y a Eugenio tocar la guitarra. Eso sí, echamos de menos sus chistes.

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............*Ésta no es una expresión al azar. Es tal vez una expresión “al Aznar”. Tengámosle como ejemplo de esquiador de fondo, por tenerlo de ejemplo de algo, y analicemos su expresión congelada, paralizada en un asco antártico, bajo cualquier circunstancia. Es indiferente que ponga los pies encima de la mesa y diga que hace 'footing' a sesenta kilómetros por hora, que apoye una guerra ilegal —no sé qué es una guerra legal—, que se case su hija o que guarde los bolígrafos en el escote de una periodista. Da igual. Él siempre tendrá la expresión de quien se interna en la ventisca. Gomina al viento.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sencillamente genial, delinques con gran estilo.

Saludos.

Nacho Carratalá dijo...

Mil gracias. Espero cumplir condena con el mismo estilo.

Saludos.

Rosawn dijo...

¡Qué escándalo! Debió de ser una dura noche la de aquel día. Me alegra que después del concierto no os subiérais a un ciruelo. Parece que los músicos necesitan seguir truabahandou en ellou.

Saludos, guiños y codazos.

Nacho Carratalá dijo...

Por supuesto que nos subimos a un ciruelo. No me subestimes. Los músicos deberían seguir truabahandou en ellou, a no ser que quieran dar ese "espectáculo" en concreto. Que todo puede ser.

Guiños, codazos y saludos.

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