domingo, 16 de enero de 2011

En el jardín de los Finzi-Contini

CAPITULO IX: Polonia, las prisas y la paciencia (2ª parte).

Tras tardar más de seis horas en llegar a Breslavia y dormir unas cuantas horas nos dispusimos a ver la ciudad. Lo malo de hacer turismo en una ciudad que se encuentra a -15º (o menos) es que a la media hora te duelen los pies, y no por el cansancio. Si encima haces como La chica que va de acá para allá y te vas metiendo en todos los jardincitos municipales con nieve como si fueras pisando baldosas amarillas es probable que te arriesgues a la congelación. El caso es que estuvimos 4 días en Breslavia. Comiendo comida polaca, bebiendo cerveza polaca y aprendiendo palabras básicas polacas. Pero Breslavia se nos quedaba pequeño y nosotros, aventureros, queríamos más ciudades. Descartamos Praga por estar un poco fuera de nuestras posibilidades y la cambiamos por Varsovia -que además tiene un barrio muy bohemio y famoso llamado Praga- el cual, como es evidente, Varsoviano de nacimiento, cartagenero de adopción, conocía con todo detalle porque era su ciudad. Como somos así de guays miramos los trenes en los que nos podíamos ir la noche de antes. Pese a las protestas de La chica que va de acá para allá intentamos mirar uno que no nos hiciera madrugar demasiado -solo levantarnos a las 8.30- y así llegar a Varsovia hacia media tarde. Varsoviano de nacimiento, cartagenero de adopción dijo que pillaramos hostal nosotros, que el ya mendigaría en casa de algún amigo suyo de Varsovia. Reservé hostal, apunté el localizador y me fui a dormir. A la mañana siguiente nos fuimos a la estación con el tiempo pegado (viajar por la mañana no es nuestro fuerte). Llegamos a la estación central de Breslavia a toda mecha con las maletas a cuestas, las botas hasta arriba de nieve y la ciudad llena de polacos. Por el túnel de entrada oía a La chica que va de acá para allá-iba unos veinte metros por detrás de mi- cagarse en nuestra pachorra y la manía que teníamos de ir siempre con prisas a todas las estaciones y entonces fue cuando oí algo tal que así:

La chica que va de acá para allá: "La madre que los parió. Siempre con prisaAAH ¡PLAS! (sonido de planchazo contra el suelo).

Se había resbalado y pegado la mayor torta de su vida. De costado contra el pavimento duro y mojado del túnel. Fui corriendo a socorrerla para ver si estaba bien. Supuse que sí porque seguía soltando improperios a una velocidad bárbara. Con todo llegamos al tren cinco minutos antes de que saliera -¡con dos cojones!- y tuvimos tiempo de comprar el billete y de que cuando fueran a pedírnoslo yo los pusiera a todos con el culo apretado porque no lo encontraba. Pese a todo esto cuando llegamos a Varsovia parecía que fuera Navidad. No porque estuviera nevado ni porque ya estuvieran todos los adornos. No. Por las caras de felicidad de los tres al salir de la estación. Varsoviano de nacimiento, cartagenero de adopción estaba en su Varsovia querida. La chica que va de acá para allá se quedó impresionada de las luces de la capital. Y yo... Bueno yo con que me saquen de paseo -o del país- soy más feliz que un tonto con un regaliz. Pero cuando tuvimos que esperar cuarenta minutos el autobús, cuando el autobús tardó otros cuarenta minutos en recorrer una avenida debido al atasco de hora punta, cuando el conductor del autobús se equivocó de ruta y tuvo que dar un megarrodeo para volver al sitio correcto y sobre todo, cuando yo empecé a olvidar cosas como: el nombre del hostal, el número de mi tarjeta de crédito para pagar o cuando pintó Leonardo da Vinci 'La Última Cena', los gestos empezaron a torcerse. La chica que va de acá para allá empezó a hablar en italiano mafioso, a gesticular y jurar que era la última vez que iba con nosotros a la vuelta de la esquina. Varsoviano de nacimiento, cartagenero de adopción se metió las manos en los bolsillos, metió la cabeza entre los hombros, puso cara de no haber comido en tres días -todo esto es normal que lo haga, contento, enfadado o triste, ahora viene el particularismo del momento- y dijo que si su opinión no contaba no iba a decir nada más. Así que allí estaba yo. Varsovia, 6 de diciembre de 2010, 19.4oh, -8º con mi novia enfadada, con mi amigo -anfitrión y guía- enfadado, con hambre, con frío y sin puto establecimiento de cambio donde cambiar euros por zloties a un precio mínimamente decente. Todo por acostarme con prisas y pasar por alto el pequeño detalle de apuntar el nombre del hostal. Casi .

1 comentario:

César dijo...

Recuérdame que no te confíe la organización de cualquier viaje en el que participe.

César

¿Entre los más buscados?

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